PAÍSES BAJOS VI

La isla de Texel

La isla de Texel se encuentra en la región de Frisia, al norte de Holanda Septentrional. Tiene unos veinte kilómetros de larga y ocho de ancha. Su población no llega a los catorce mil habitantes y se reparte entre ochos pueblos de los que el más importante es Den Burg.
Para llegar hasta allí se parte en tren de la estación central de Ámsterdam hasta Den Helder, los cien kilómetros que las separan se cubre en poco más de una hora. El paisaje que encontramos en este trayecto es muy variado: polders con patos y gaviotas, prados con vacas y gansos y cultivos de flores en invernaderos y al aire libre. Estos últimos deleitan nuestra vista con un mosaico de colores amarillo, rojo o morado.
Para llegar a la isla desde Den Helder se toma un ferry que sale del puerto cada hora, cuesta 2,5 € y el trayecto apenas dura un cuarto de hora. El barco va siempre lleno de turistas y las gaviotas y charranes, sabedores de que a los viajeros les encanta ir escoltados por animales marinos, ya sean delfines o aves, se acercan al barco y con mucha pericia pescan al vuelo el pan o las chucherías que estos les lanzan.

Llegados al puerto, una línea de autobuses nos puede llevar a cualquiera de los pueblos que hay en la isla y como no, un almacén de bicicletas dispuesta para ser alquiladas nos esperan haciéndonos guiños. Optamos por recorrer la isla en bici.
Antes del siglo XVII la isla estaba fraccionada, Texel del norte y del sur. La fiebre de construcción de diques que se dio en todos los Países Bajos también llegó aquí y con un dique de arena  se unieron las dos islas pequeñas en una sola. A pesar de tener poca anchura, el mar no se divisa desde lejos, pues la isla es como una gran cubeta plana delimitada al oeste por un gran dique que la protege del mar del Norte y al este de un complejo dunar formado a orillas del mar de Frisia y que en la lejanía son las colinas más altas que se pueden ver en toda Holanda.


Las tierras que no son ocupadas por canales están cuidadosamente cultivadas con patatas, acelgas, maíz y flores. Nuestro periplo por la isla nos llevó hasta el Polder Het Noorden. Con el dique a nuestras espaldas descansamos un rato relajando nuestra vista hacia el polder que nos ofrecía una estampa muy holandesa con molino incluido. El tiempo que dispusimos para recorrer la isla se hizo corto y no pudimos llegar hasta el punto más al norte donde crían las focas, por lo que quedó pendiente una visita más detallada en nuestro próximo viaje a los Países Bajos.

Fotos: J.A. Cortés

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