PAISES BAJOS IV: AMSTERDAM
El Voldenpark: Un día caluroso
como el que nos tocó vivir en nuestra segunda visita a la capital tiene que
terminar irremediablemente sesteando en el césped a la orilla de un pequeño
lago de los muchos que tiene el Voldenpark
El fluir de gente andando y en bicicleta es constante, cuesta trabajo
encontrar un hueco a la sombra para descansar un rato. Andando por la vía
principal detecto un intenso olor a barbacoa, lo comento entre mis acompañantes
y me confirman que así es que estamos cerca de la zona habilitada para hacer
barbacoas. Mi curiosidad nos lleva hasta allí para comprobar como se
organiza y veo una zona de prado en la
que estaba autorizado hacer barbacoas, un cartel así lo indicaba. En mi
ignorancia esperaba encontrar barbacoas hechas de ladrillo como se ven en algunas
zonas recreativas en España, pero resulta que no era así, porque al parecer
vende un kit de barbacoa que una vez usado se tira al contenedor. Este kit
contenía una especie de cuenco de aluminio en el que va el carbón y una rejilla
para poner las salchichas o lo que se quiera. Una vez utilizado se tira al
contenedor que hay habilitado para ello. En esta zona, numerosos grupos de
jóvenes disfrutaban de una tarde espléndida haciendo las cosas que más gustan:
beber, comer y charlar con los amigos.
Este parque, el más grande de la ciudad, tiene un perímetro de casi
cuatro kilómetros y cuarenta y siete hectáreas de superficie. Fue abierto al
público en 1865 y su construcción fue debida a la iniciativa de un grupo de
burgueses adinerados que compraron el terreno. Su diseño es obra del arquitecto
paisajista L.D. Zocher que le imprimió
un marcado estilo inglés. Podría ser comparable al parque del Retiro de Madrid
sólo que con algunas peculiaridades. Es lícito casi todo, lo único que está
prohibido es dejar basura o destrozar algo.
Los coffee shops: Junto con el
Barrio Rojo, los coffee shops son otro de los atractivos turísticos. En los
Países Bajos está permitida la venta de cinco gramos de marihuana por persona y
día a los mayores de edad. La venta y el consumo se suele hacer en estos
establecimientos que además de varios tipos de cannabis, en su carta ofrecen
bebidas como café, té o zumos de frutas naturales. No es compatible la venta de
alcohol con la de cannabis.
Los museos en Ámsterdam:
Ámsterdam es una ciudad con una oferta cultural inmensa, tiene más de
cincuenta museos de todos los temas posibles y en cada uno de ellos se desgrana
un trozo de la historia y del arte de este país, el Van Gogh, Rijksmuseum, el
de Ana Frank, Rembrandt, Nemo, museo de la ciencia…
En nuestra segunda visita a la ciudad
nos propusimos ver uno de ellos, el Rijdsmuseum, ver más de uno en un día puede
ser contraproducente. Pudimos certificar que realmente el más visitado es el de
Van Gogh, pues la fila para entrar rodeaba dos veces el edificio.
El Rijdsmuseum: No es una
pinacoteca propiamente dicha, sino que es un museo en el que se exponen las
tres cosas que han dado gloria a este país: su pintura barroca, su imperio
comercial y su flota naval dedicada al comercio. Me extrañó ver una sala
dedicada a la etapa napoleónica, más tarde supe que el museo se trasladó a
Ámsterdam por iniciativa de Luis Napoleón, hermano de Napoleón Bonaparte que
fue rey del país durante la ocupación francesa.
Se encuentra ubicado en la plaza de los museos, la Museumplein. El
edificio de ladrillo rojo fue diseñado por el arquitecto holandés Pierre Cuypers, en él combina elementos
góticos y renacentistas. La entrada se realiza por un gran arco que da acceso a
un pasadizo, que recuerda la nave central y las laterales de una catedral
gótica con las bóvedas nervadas. Por la nave central circulan los ciclistas y
por las laterales los peatones. Sirve de comunicación entre dos partes de la
ciudad. Para acceder a las salas del museo se baja a un gran hall en el que
están las taquillas, la cafetería y la tienda.
Todos los pintores del siglo XVII
están presentes con una o varias obras. La sala más atractiva y la que
concentra más público es la de Rembrandt y Veermer. De Rembrandt podemos
admirar “La ronda de la noche”, “El síndico de los pañeros” entre otros. Estos
destacan por su tamaño y por ser auténticos retratos de la época. Se puede una
quedar mirándolos horas y horas porque siempre encontraremos detalles en los
que antes no hemos reparado. Veermer está presente con “La mujer leyendo una
carta” y “La lechera”.
El imperio naval que se gestó durante el siglo XVII se nos muestra a
través de varias salas en las que se exhiben los distintos barcos que
utilizaban la flota holandesa en sus viajes por el mundo y los instrumentos
utilizados para la navegación.
Como fruto de las relaciones comerciales que mantuvieron con países como
Indonesia, el museo dedica varias estancias al arte indígena de los pueblos con
los que comerciaron. Destaca, sobre todo, las que dedica a la isla de Java, en
ella se exhiben retratos de los caudillos indígenas emulando los retratos de
los burgomaestres del siglo XVII gobernantes de las ciudades más importantes.
Por último la visita a la biblioteca del museo nos transporta a finales
del siglo XIX, paredes cubiertas de libros encuadernados en el mismo color y
cuidadosamente colocados no nos dejan indiferentes y más en nuestros días en
los que una biblioteca entera puede caber en un lápiz de memoria.
Fotos: J.A. Cortés y José B. Cortés
El museo de la ciencia, llamado Nemo, aunque no lo pudimos visitar está
muy presente en la ciudad, pues su diseño arquitectónico semejante a un gran
trasatlántico a la orilla del mar se divisa desde cualquier lugar de la ciudad.
Fotos: J.A. Cortés y José B. Cortés
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