VALLE DE GÁRDENA : SENDA DE LANGENTAL VALLUNGA
Selva de Valle de Gárdena: Senda de Langental Vallunga
Fotos: J.A. Cortés
Se inicia la ruta en una inmensa pradera rodeada de un imponente desfiladero, posiblemente excavado por un antiguo glaciar. Según se asciende, las paredes que forman el desfiladero se acercan un poco entre sí pero no llegan a formar un cañón.
El bosque de abetos y hayas se van alternando con los pastizales y restos de algunas charcas colmatadas que aún están húmedas.
El recorrido para nosotros terminó al pie de un lago en esos momentos seco, pero perfectamente delimitado por la vegetación lacustre que lo circunda y al igual que al principio de la ruta, las paredes verticales que la escoltan se abren imponentes en círculo y nos muestran una panorámica de ciento ochenta grados.
El recorrido para nosotros terminó al pie de un lago en esos momentos seco, pero perfectamente delimitado por la vegetación lacustre que lo circunda y al igual que al principio de la ruta, las paredes verticales que la escoltan se abren imponentes en círculo y nos muestran una panorámica de ciento ochenta grados.
En este desfiladero de paredes espectaculares el sonido se repite en lo que llamamos eco. Siempre hemos utilizado esta característica del sonido para escuchar nuestra propia voz repetida una vez más, pero esa cualidad aprovechada para emitir música es algo que pocas veces se hace y que cuando ocurre la naturaleza y el músico se unen para dar un concierto que llega a ser sublime.
Concierto de Trompa de los Alpes en la pradera
Estábamos en la tarea de almorzar, cuando en la pradera apareció un joven ataviado con traje tirolés y una trompa de los Alpes. Quedamos sin palabras cuando vimos que se dirigía a una piedra concreta en la que apoyó la trompa y emitió unas breves notas musicales que inmediatamente fueron respondidas por el eco de las paredes del desfiladero, después se desplazó hasta otra piedra y repitió las mismas notas musicales y de nuevo el eco respondió sin prisa y a su tiempo, formando una unidad sonora con el músico. Y así hasta en cuatro ocasiones el joven se fue desplazando por la pradera y nos fue ofreciendo un concierto que a nosotros nos pareció breve aunque sublime. Una vez terminado su magistral concierto, el joven músico plegó su instrumento y desapareció dejándonos sin palabras y con el cuerpo encogido de emoción.
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