LAS DOLOMITAS: BOLZANO



Fotos: José A. Cortés

Las Dolomitas es una cadena montañosa que forma parte de los Alpes orientales italianos. Su nombre se debe al geólogo francés Deodat de Dolomieu que, en el siglo XVIII, estudió por primera vez esta roca compuesta de caliza de origen marino y magnesio. Ocupan el territorio de tres regiones: Trentino- Alto Adigio, Veneto  y Friuli-Venecia Julia. A lo largo de nueve entradas de este blog se irán tratando algunos aspectos de dos de estos territorios, a saber: Trentino-Alto Adigio y Veneto. En cada una de ellas se mezclaran impresiones personales y datos históricos y geográficos del lugar.

                                                       
          Bolzano es la capital de la región Alto-Adigio. Se halla situada entre dos ríos: el Isarco y el Tálvera. Hasta 1918 formó parte del Imperio Austro-Húngaro, por lo que una parte de su historia y de sus personajes más relevantes están relacionados con Austria. Aún hoy el porcentaje de población de origen germánico es alto a pesar de los esfuerzos de algunos gobiernos italianos de fomentar el mestizaje. Así que más de un 60% de sus habitantes hablan alemán y el resto italiano o ladino.
              La tardía incorporación de esta región a la República Italiana y las reticencias de la población de incorporarse a ella hizo que el gobierno italiano le concediera un estatuto especial comparable a nuestro estatuto de autonomía.
                        La ciudad de Bolzano  es una amalgama de formas arquitectónicas con soluciones imaginativas para cada rincón. Situada en un valle rodeada del verde que le dan los prados de las montañas alpinas, los viñedos y los cultivos de manzanas  en las zonas más bajas. Antaño esta ciudad fue un centro comercial muy importante y en la actualidad la cultura, el arte, el comercio y el turismo se dan la mano para darle  un remozado y moderno aspecto. La separación entre la vieja y nueva Bolzano la marca el río Tálvera. 


            La mejor manera de visitarla es recorriendo sus calles, dejarse llevar por la curiosidad que suscitan los estrechos pasadizos que las comunican, sentarse a contemplar la vida en cada una de las plazas y tratar de adivinar las historias que nos cuentan los frescos que con maestría decoran algunas fachadas. 
















Esta ciudad, lejos de conformarse con el verde que le ofrece su entorno alpino, viste de colores pastel las fachadas de sus edificios y deslumbra a los visitantes con sus puestos callejeros de fruta y especias, por lo que pasear por ella es un regalo para los sentidos. 




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