PASEO POR LA ORILLA DEL RÍO GUADARES
El río Guadares es afluente del
Guadiaro y es el único que vierte sus aguas en el fallido pantano del
Hundidero. Remontando su curso nos adentramos en un bosque mediterráneo
compuesto por quejigos y alcornoques en su gran mayoría. Hoy primero de mayo de
2013 decidimos guiar nuestros pasos por este sendero y a fe que hemos
disfrutado.
El recorrido comienza cerca del
pantano, donde el río forma un valle ancho con prados que por las fechas en las que estamos están
muy verdes. Siguiendo río arriba por un camino tranquilo y fácil de hacer
porque apenas tiene subidas y bajadas, nos vamos adentrando cada vez más en el
bosque, primero predominan los alcornoques y un poco más arriba los quejigos. En
la orilla del río los fresnos lucen un verde fresco y reluciente, al igual que
los quejigos, en cambio los majuelos visten de blanco, están florecidos y el
aroma de sus flores impregna el ambiente.
Numerosos arroyos bajan de las laderas para verter sus aguas en el río, algunos al juntarse con otros forman un encharcamiento más amplio y duradero de manera que plantas como los lirios amarillos han crecido y están a punto de florecer. El cauce del río, siempre amueblado con piedras de diferentes tamaños y formas, va haciendo pozas en las que se pueden ver a las ranas cantando y a los galápagos tomando el sol de la mañana.
Dejamos el alcornocal y nos
adentramos en el quejigal, el bosque se espesa, la luz que penetra está
tamizada por el verde tierno de las hojas del quejigo; las jaras forman parte
del sotobosque, algunas ya tienen flores. Las peonías escondidas en las zonas
más húmedas ya llevan fuera una semana, algunas ya están pasadas, pero aún
quedan otras recién abiertas.
Durante todo este trayecto nos
acompaña el canto del torcecuello y el sonido del pico picapinos. El
torcecuello es un pájaro de la familia de los carpinteros, no hace nido, sino
que busca agujeros en los árboles y los va limpiando, estén o no ocupados por
otros inquilinos. Cuando los tiene localizados canta para llamar a la hembra y
enseñarle los agujeros y que ella elija el que más le guste. Su plumaje imita a
la corteza de un árbol y se llama torcecuello porque cuando se ve amenazado
mueve el cuerpo y el cuello como si fuera una serpiente. En cuanto a su
pariente el pájaro carpintero, estuvo todo el día haciendo catas de árboles y
diciéndonos que estaba allí; desde lo más profundo del bosque llegaba el canto
del cuco, mientras, en el cielo, una pareja de águilas culebreras se tiraban
los tejos y se hacían promesas de amor temporal.
Fotos: J.A. Cortés
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