FIN DE SEMANA EN GRANADA

TRAS LOS PASOS DE BOABDIL

Dicen los historiadores que Boabdil era rubio, con los ojos azules y que tenía un porte majestuoso. El sobrenombre de Rey Chico se lo pusieron los cristianos para diferenciarlo de su padre y su tío, diez años escasos duró su reinado, porque fue un frío día de enero de 1492 cuando tuvo que entregar las llaves de la última ciudad que le quedaba, Granada.  En el Campo de los Mártires, los Reyes Católicos con su séquito lo esperaban para certificar la rendición y cuenta la tradición que, Boabdil, con su comitiva, abandonó la Alhambra por la Cuesta de los Chinos hasta el Paseo de los Tristes para después encaminarse hasta su destierro. No sería raro que en ese trayecto, numerosas cabezas asomaran por las almenas de la muralla y dijeran adiós con la mirada al último sultán que los había gobernado.
Vista del Abaycín l 
Boabdil, consciente de que el proceso de conquista era irreversible se fue a su destierro acompañado de su familia presente y ausente. Se sabía el último de una dinastía y durante mucho tiempo, sus ministros estuvieron negociando un tratado de rendición digno para su pueblo, él se conformó con ser el señor de un lugar perdido en las montañas de Sierra Nevada. No quiso embarcar a sus súbditos en una guerra que sabía perdida de antemano, seguramente algunas lágrimas se derramaron en el barrio del Albaycin cuando el día 2 de enero de 1492 vieron ondear las banderas cristianas en la Torre de la Vela, es posible que, el silencio recorriera todas sus calles y terminara gritando de impotencia a las orillas del Darro.
La Cuesta de los Chinos o Cuesta del Rey Chico, a pesar del tiempo transcurrido, tiene todavía un aire melancólico, en la actualidad, por el hecho de abandonar el recinto de la Alhambra donde reina la tranquilidad y el silencio y adentrarnos en el bullicio de la ciudad.

LA ALHAMBRA


Vista de la Alhambra 
La Alhambra desde el Paseo de los Tristes
La arquitectura de la Granada musulmana es un canto a la imaginación. Una se pregunta ¿Cómo es posible conseguir tanta belleza con unos materiales tan pobres? ¿Cómo es posible jugar con la luz de la noche y el día y con el sonido del agua para crear momentos y lugares únicos?  Pues si, es posible, en la Alhambra se juega con la luz a través de las celosías y con el agua por medio de las acequias que circulan por cualquier rincón. Las paredes cubiertas de versos del Corán que se repiten una y otra vez muestran la debilidad que les da el material utilizado en su construcción, pero a pesar de su vulnerabilidad siguen en pie después de más de quinientos años y entre verso y verso, el arte de las líneas geométricas enseñan lo infinito de sus formas.

Pasear por el claustro que forman las columnas que rodean el patio de los leones, mientras los guardianes del templo van cerrando puertas a nuestro paso; contemplar la colina del Albaycin tenuemente iluminada con las luces y sombras que reflejan las casas blancas y los cipreses verdes; percibir el aroma de los naranjos en flor, del bosque recién mojado por la lluvia o escuchar a lo lejos el sonido de los tambores, todo esto forma parte de la visita a la Alhambra.

EL TRANVÍA DE LA SIERRA

El tranvía de la sierra fue un proyecto que se adelantó a su tiempo. Cuando la mayoría de los españoles aún no tenía tiempo de pensar en otra cosa que no fuera trabajar para salir de la miseria, al Duque de S. Pedro emulando las instalaciones que seguramente vio en su viaje a los Alpes, edificó un hotel para albergar a los visitantes que se acercaran a Sierra Nevada y proyectó una línea del tranvía que los llevara hasta allí.
Río Genil a su paso por Maitena
La historia del tranvía de la sierra es una excusa para adentrarse en la cabecera del río Genil, un lugar al que se llega partiendo del pueblo de Güejar Sierra. Si seguimos el trayecto que realizaba el tranvía podemos bajar hasta la Fabriquilla, continuar hasta Maitena para después seguir hasta el barranco de S. Juan. La primavera ha cubierto de distintos tonos verdes las laderas del valle y el río alimentado por el deshielo de las cumbres, baja con la fuerza de  un titán que incluso se permite bramar.
Y para terminar la visita a Granada, unos versos de F. García Lorca

Granada, calle de Elvira, 
donde viven las manolas,
las que se van a la Alhambra,
las tres y las cuatro solas.
Una vestida de verde,
otra de malva, y la otra,
un corselete escocés
con cintas hasta la cola.


Fotos: M. A. Lora

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