PUNTA CARNERO EN LA BAHÍA DE ALGECIRAS

 Marzo 2013

Hay veces en las que el mar, el cielo y la tierra forman un único paisaje, se complementan, pero hay otras en los que cada uno va por libre, disputándose el protagonismo. Visitábamos el cabo de Punta Carnero por primera vez y no nos ha decepcionado. Cerca de la bahía de Algeciras a tiro de piedra de uno de los puertos más importantes del Mediterráneo, el cabo de Punta Carnero se adentra en el mar aprovechándose de las primeras estribaciones de los Sistemas Béticos. Suaves colinas de bosque mediterráneo formado por acebuches, lentisco y palmito miran hacía el Estrecho y agradecen la humedad que les proporcionan los frentes lluviosos que asoman por el oeste. Como ya es primavera las aulagas ponen la nota de color, el amarillo de sus flores combina bien con el verde de las laderas montañosas y como regalo el aroma que el aire trae de vez en cuando.
El cielo no sabía que hacer si quedarse gris, azul limpio o azul con nubes, en cualquier caso según se iban sucediendo los frentes de nubes, el cielo se tornaba de un color u otro. Igual que el verde del monte se veía adornado con el amarillo de las aulagas, el cielo rompía su monotonía con nubes que iban desde el blanco hasta el gris oscuro tirando a negro. Para unir estos dos mundos estaba el arco iris, que es como un puente entre el cielo y la tierra. Hoy estaba especialmente bello el color morado.

A mitad camino entre el cielo y la tierra está el mar. Visto desde la tierra se comprende que los antiguos pensaran que si la tierra era plana, al otro lado del horizonte se encuentre el abismo y de ahí que, estos pueblos mediterráneos no se atrevieran a traspasar el Estrecho. Las aves que cruzan el Estrecho de camino a sus lugares de cría también  tienen mucho respeto al mar. Si el mar está turbio las aves no se aventuran a cruzarlo, pero como la perpetuación de la especie es un imperativo natural, los pájaros en cuanto ven un claro se lanzan a la aventura  y lo atraviesan. Algunas, las más grandes como las águilas, van apareciendo como si fuera un ejército en disposición de invadir la costa. Llegan exhaustas porque tienen que hacer un gran esfuerzo para vencer las corrientes de aire que cruzan el estrecho. En cambio, otras, como las cigüeñas no se aventuran solas, sino que forman bandos de cientos de ellas y el espectáculo que nos ofrecen, cuando se ven asomar en el horizonte, no tiene precio. Ya sólo con ver la cantidad de individuos que forman el bando se intuye que son cigüeñas, luego según se van acercando se disfruta mucho viendo con los prismáticos su silueta aerodinámica, sus colores tan bien definidos y su vuelo relajado y seguro.





Bando de cigüeñas en migración





Fotos: José A. Cortés

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