A PROPÓSITO DE LA
TEORÍA DE LA RELATIVIDAD
Ando estos días pensando en la herencia grecorromana de nuestro bagaje
cultural y de que manera nos condiciona para entender y asumir algunas cosas,
que vistas superficialmente pueden
parecer frívolas. Hablo del concepto de espacio y tiempo que nos
han inculcado.
Los griegos obsesionados por abarcar el universo dividieron el espacio en
tres dimensiones y nos situaron en él. Pensaban que la geometría era algo
inherente a la naturaleza y que las formas
geométricas eran expresiones de la belleza. Hicieron de ella una religión cuyo dios fue el triángulo y la
dotaron de unas leyes que permanecieron inmutables casi dos mil años. El tiempo
lo hicieron lineal, con un antes y un después, mientras que en las culturas
orientales, el tiempo es circular, se repite cíclicamente y la geometría no
pasó de ser una disciplina más, utilizada en la construcción.
Los conceptos espacio-tiempo son relativos y limitados, inventados por la
mente humana. Fue Einstein el que nos dijo que la relatividad del espacio viene
dada por el observador, los conceptos “arriba”, “abajo” “dentro o fuera”
adquieren una dimensión diferente según esté situado el observador; y lo mismo
ocurre con el tiempo. En nuestra vida diaria, parece que es posible ordenar los
sucesos temporalmente, pero no es así, pues aunque la velocidad de la luz es
tan grande que nos hace percibir los sucesos en el mismo instante, hay un
tiempo entre que sucede algo y lo percibimos.
Todo esto viene a cuento de la relatividad de las ideas, lo difícil que
es mantenerse en ellas y me sobrecoge la rotundidad con la que algunos grupos
defienden las suyas. Es comprensible que necesitemos dar un orden a nuestra
vida, con unos valores éticos y morales, pero sin llegar al dogmatismo y
dejando siempre la puerta abierta a otras maneras de ver la realidad.
Fritjof Capra, autor del libro “El Tao de la Física” concluye al final de su libro que muchos físicos
actuales no se dan cuenta de que la ciencia está señalando hacia la unidad del
universo, que incluye al medio ambiente y a nuestros congéneres. La sociedad
actual no refleja la armónica interrelación que se ve en la naturaleza. Para
alcanzar ese estado haría falta una estructura social y económica distinta. La
supervivencia de nuestra civilización dependerá de la capacidad que tengamos de
efectuar los cambios. Para el autor, la ciencia y el misticismo son dos
manifestaciones complementarias de la mente humana, de sus facultades
racionales e intuitivas. La ciencia no necesita del misticismo y este no
necesita de la ciencia, pero el ser humano si necesita de ambos.
Hasta ahora nuestra sociedad es demasiado masculina, agresiva y racional
(yang). Para los místicos el conocimiento no se puede dar separadamente de la
vida, por lo que adquirir un conocimiento significa una transformación de
nuestra vida, en cambio el conocimiento científico puede permanecer abstracto y
teórico.
Una persona virtuosa no es aquella que lucha por el bien y elimina el
mal, sino más bien la que es capaz de mantener un equilibrio dinámico entre lo
bueno y lo malo. La personalidad de cada hombre o mujer es el resultado de la
interacción entre los elementos masculinos y femeninos del ser humano.
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