SOBRE LOS CASTILLOS Y ALCAZABAS
Fotos: J.A. Cortés

                A poco que visitemos una región, siempre habrá una ruta de las fortalezas que pondrá en comunicación lo que queda de lo que antaño fue una línea de castillos. La idiosincrasia de nuestro devenir histórico le da a cada una de estas rutas un matiz fronterizo y en ellas encontraremos historias y leyendas que nos harán pasar un buen rato de tertulia. Entre las narraciones  habrá una gran batalla librada en las inmediaciones y entre las leyendas, una historia de amor imposible de superar. Pues bien, a pesar de ello el castillo o fortaleza fue abandonado cuando pasó la etapa de peligro o en el mejor de los casos,  fue ocupado por un destacamento militar que a duras penas lo mantuvo en pie.
Castillo de Riopar
                El abandono, la desidia y la incultura hicieron que corrieran distinta suerte y fueran usados para finalidades muy dispares, a saber: Algunos como el de Riopar Viejo sirvió durante mucho tiempo como cementerio, el castillo de Aroche en Huelva alberga en su interior una plaza de toros que se construyó en 1804 y que presume de ser una de las más antiguas de la Península; y otros fueron aprovechados por los más desfavorecidos de la ciudad para hacerse una vivienda entre sus muros, como podría ser el caso del castillo de Álora a cuyos pies se asentaron durante mucho tiempo familias que no tenían casa ni recursos para comprarla.
       

Fortaleza de Baños de la Encina

Castillo de Cortegana
    Los que hasta principios del siglo XIX sirvieron como cuarteles militares,  fueron ocupados por el ejército francés durante la invasión napoleónica y cuando estos se retiraron fueron bombardeados y seriamente dañados, como fue el caso del castillo de S. Miguel de Almuñecar, en el que una de sus torres está trasladada de su emplazamiento debido al bombardeo de las tropas francesas al retirarse de la ciudad. Monumentos tan emblemáticos como la Alhambra en Granada o la Alcazaba en Málaga hasta que fueron declarados monumentos de interés cultural estuvieron habitados por las milicias y de milagro se libraron de ser mutilados por el ejército invasor.
                En cualquier caso, la desidia de las autoridades culturales y las encargadas de la guarda del patrimonio arquitectónico no vieron en estos edificios el valor que se les supone y tampoco tuvieron recursos económicos para mantenerlos en pie. Así que, el paso del tiempo dejó una huella profunda en la mayoría de ellos y cuando se quiso acordar ya apenas quedaba una piedra en pie.
            
                Llegó el siglo XX y el orgullo de cada pueblo rescató las historias y leyendas que habían tenido como escenario el cúmulo de piedras que había en lo alto de un monte cercano o en el mejor de los casos la muralla y las torres que había. Primero se recuperó el espacio,  buscando un nuevo emplazamiento a las viviendas allí construidas, después se limpió y se trató en la medida de lo posible de montar piedra sobre piedra para,  de esta manera, restaurar parte de lo destruido por el tiempo y la ignorancia. Con un poco de suerte y de dinero hasta se iluminó el recinto fortificado y he aquí que el pueblo recupera parte de la fortaleza que durante siglos lo había cobijado.  


Castillo de Álora

Comentarios

Entradas populares de este blog

LAS DOLOMITAS: EN TREN AL ALTIPLANO DE RENON

EL VALLE DE FUNES

LA ESCUELA DEL RÍO HUDSON