LA TORRE DE SEXIMA

                    Desde la carretera que nos lleva hasta Benaoján, la torre de Sexima pasa desapercibida en medio del bosque de encinas y quejigos de la ladera en la que está, tan sólo  vemos una pared vertical de sillares bien dispuestos que aguantan los avatares del tiempo desde hace más de quinientos años y que milagrosamente ha llegado hasta nuestros días.
                Pero no nos llamemos a engaño, esa torre ha soportado mucho más que los envites del tiempo, pues fue construida para dar cobijo y protección a los aldeanos que poblaban la alquería que se extiende a su alrededor.
                Como muchas otras alquerías árabes, Abcegina, que así se llamaba la aldea, tiene su origen en una antigua villa romana dedicada a la explotación agrícola.  Con la llegada de los árabes en 711,  una tribu bereber del norte de África se asentó en la zona y ocupó la villa que poco a poco se convirtió en alquería.
                Apenas una docena de casas componían esta aldea que disponía de una pequeña acequia para regar los campos y una fuente cercana para abastecerse de agua. La torre servía como refugio de pobladores y ganado de las continuas razzias del ejército cristiano. A finales del siglo XV ya estaba abandonada y en nuestros días unos cuantos majanos de piedra a la sombra de una encina, nos indican donde estaban ubicadas las viviendas.

              


 Ni que decir tiene que los sillares se van desprendiendo poco a poco de la pared de la torre y que aunque lleve más de tres siglos tal cual la vemos ahora, quien sabe cuánto aguantará de pie.



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