GENALGUACIL
Paseando por
las calles de Genalguacil podemos caer en la tentación de pensar que el tiempo
se ha detenido en este pueblo; la mayoría de sus casas mantienen la puerta
abierta como antaño y al pasar cerca de ellas las conversaciones de sus
habitantes se mezclan con tus pensamientos; las cuatro de la tarde son dadas
por las campanas de la iglesia, pero mirando el reloj vemos que
marca las doce menos cuarto. Pero, no nos dejemos llevar por estos impresiones, en
Genalguacil no se ha detenido el tiempo. Ha seguido su curso y ha hecho posible
que un pueblo, anclado en lo más profundo del valle del Genal en la Serranía de
Ronda, evolucione y pase a ser un referente en la provincia de Málaga.
Un pueblo que
ha basado su economía en el cultivo de los castaños se ha convertido en un
museo y sus habitantes en conservadores
de las obras de arte que se encuentran repartidas por todos sus rincones. Los
agricultores ya eran jardineros de un
edén que ocupa hectáreas de monte en el que los castaños son
los protagonistas absolutos. En otoño por la paleta de colores que ofrecen sus
hojas antes de caer; en invierno porque
sus ramas desnudas nos dejan ver el suelo alfombrado; en primavera, sus flores
de un amarillo pálido cubren el árbol y dan una nota de color al verde de las
encinas y alcornoques y en verano invitan a pasear al refugio de su sombra.
Dice un mural
pintado en una de las paredes: “Las mujeres iluminan Genalguacil” y ¿Quién lo
va a poner en duda? Un recorrido somero
por sus calles y plazuelas nos muestran la luz tamizada por las flores que cuidan las mujeres de Genalguacil, una
luz que en algunos lugares es morada como las flores de la jacaranda y en otros
tiene tintes rojizos como las buganvillas que enmcarcan la entrada a la calle. Así y de muchas maneras más las mujeres iluminan Genalguacil, por dentro y por
fuera.
Fotos: Jose A. Cortés
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