EL SOTO DE ROMA EN LA VEGA DE GRANADA

El Soto de Roma es un lugar de la  Vega de Granada que se ubicaba en los actuales términos municipales de Íllora, Fuentevaqueros, Chauchina, Cijuela y Romilla. En este tramo de la vega, el río Genil ya ha recibido el agua de la mayor parte de los afluentes que nacen en las sierras cercanas, por lo que en otros tiempos el caudal del río era bastante respetable, la naturaleza daba rienda suelta a su imaginación y el lugar se convirtió desde tiempo inmemorial en un paraíso que reyes y mandatarios quisieron mantener bajo su propiedad como lugar de caza y recreo. 
Los sultanes nazaríes construyeron en este lugar una residencia de campo. Las crónicas castellanas la describen con jardín y elementos defensivos como murallas. Tras la conquista de Granada por los Reyes Católicos, las tierras que componían el llamado “Soto de Roma” pasaron a ser realengas.  Los Reyes Católicos  a través de distintas ordenanzas prohibieron la caza y la extracción de leña  y nombraron a un Guarda mayor para su administración y vigilancia. Durante el reinado de Fernando VI, en el siglo XVIII,  se  decretó  que la dirección pasase al Marqués de Ensenada. Éste  nombró nuevos administradores que pusieron en marcha un plan de mejora en la gestión, pues la caza furtiva, la saca de leña y una administración fraudulenta impedían que este Real Sitio fuera rentable económicamente.
Bajo los auspicios del Marqués de Ensenada se pusieron en cultivo tierras que hasta entonces permanecían incultas y se sembraron moreras y olivos, además de maíz y álamos negros para la producción de madera. Todas estas mejoras hicieron que durante tres años el Real Sitio del Soto de Roma fuera rentable para la Hacienda Real. La finca tenía una extensión de mil quinientas hectáreas dedicadas a arbolado de álamos negros y blancos, fresnos, mimbres y otros arbustos. Como finca de caza, el Soto de Roma era un coto de caza mayor y menor. Se podían cazar: venados, gamos, osos, corzos y jabalíes.
A finales del siglo XVIII y principios del XIX  en algunos estudios aparecen como propietarios del Soto, Manuel Godoy, ministro de Carlos IV; la orden religiosa de Los Jerónimos y el Marqués de Sta. Cruz.  En estos años se llegó a desforestar bastante y las inundaciones eran frecuentes.  Los álamos negros que se plantaron se utilizaban para fabricar barcos de la marina de guerra y se cultivaba lino que era utilizado en la confección de velas.
La invasión napoleónica a principios del siglo XIX acercó  la política exterior española a Inglaterra y el Duque de Wellington al mando de un ejército inglés ayudó a las partidas de guerrilleros españoles a expulsar a los franceses de nuestro territorio.
En agradecimiento, el rey  Fernando VII regaló al Duque de Wellington y descendientes una  parte del Soto de Roma que aún hoy sigue siendo de  su propiedad. El resto de las tierras pasaron a formar parte del término municipal de pueblos que fueron surgiendo a partir de cortijos que ya existían como Chauchina, Fuentevaqueros, Íllora o Romilla.
Termino con la descripción que hace Federico García Lorca del Soto de Roma que el conoció: “Por todas  partes cantan las acequias y crecen los altos chopos donde el viento hace sonar sus músicas suaves en el verano. En su corazón tiene una fuente que mana sin cesar y por encima de sus tejados asoman las montañas azules de la Vega, pero lejanas, apartadas, una tierra muelle y riquísima hace florecer toda clase de frutos”.

Torre de Romilla

Torre de Romilla


La torre de Romilla es el vestigio que queda del Soto de Roma.

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