LA ALPUJARRA AYER Y HOY


            Hace más de treinta años, corría el año 1980, cuando el término “Turismo Rural” no se había acuñado todavía, aunque si existía, nos propusimos un caluroso mes de julio explorar una parte de Sierra Nevada, ese ente que está presente en los días de cada uno de los granain@s. Decidimos subir a Siete Lagunas, un lugar que como su nombre indica se compone de pequeños valles que albergan unas lagunas que van desaguando unas en otras hasta terminar en “Las chorreras negras” que dan agua al río Culo Perro. Según nos habían dicho, la mejor manera de ir hasta allí era desde Trevélez, el pueblo más alto de la Península.
            Y allá que nos fuimos a Trevélez en un autobús que desde Granada tardó casi cinco horas en llegar allí. Íbamos provistos de tienda de campaña y saco de dormir para pernoctar donde hiciera falta. Al llegar al pueblo vimos que se dividía en tres barrios, el alto, el medio y el bajo. Cada uno tenía su iglesia, para no tener que subir ni bajar demasiado. Como íbamos a subir a la Sierra pensamos que mejor alojarnos o acampar en el barrio alto. Buscando un sitio donde comer algo, recalamos en una taberna en la que tomamos una cervezuela y, hablando con el dueño nos dijo que para qué íbamos a dormir en el campo, que él tenía una casa que no usaba y que nos la alquilaba. Nosotros pensamos que no estaría mal dormir en colchón si al día siguiente íbamos a emprender una dura subida. La casa  tenía el suelo de pizarra, los techos con vigas de madera  y cubierto con lascas de pizarra .  Ni que decir tiene que la llave pesaba un kilo¡ Por la mañana no necesitamos despertador, al amanecer los cascos de los mulos al pasar por nuestra puerta, la conversación y los saludos de los vecinos que iban a trabajar al campo nos despertaron.
            El día anterior preguntando por la vereda que llevaba a nuestro destino hablamos con un vaquero que tenía sus vacas en Siete lagunas y nos dijo que si queríamos irnos con él, él salía a las seis de la mañana y en dos horas estábamos allí. Conociendo la habilidad que tienen los pastores para subir al monte y nosotros que teníamos más voluntad que preparación física, decidimos ir por nuestra cuenta aunque tardáramos más. Y así lo hicimos, rondando el amanecer nos pusimos en camino y al mediodía llegamos hasta las chorreras negras. El cielo empezó a cubrirse con nubes de tormenta y ante el temor de que nos pillara en esas alturas decidimos bajar y no llegar hasta nuestro destino.

      Cuando llegamos al pueblo, volvimos a la taberna de nuestro casero con cara de cansancio y de hambre, le preguntamos donde comer y  él nos dijo que allí no había ningún sitio donde comer, pero si queríamos, su mujer nos hacía unas papas fritas con huevo y jamón. 
            Al día siguiente devolvimos la llave al casero y le pagamos los veinte duros que nos pidió por el alquiler de la casa  esos dos días. Emprendimos el viaje de regreso, pero a pie. Hicimos el camino entre Trevélez y Òrgiva en cuatro o cinco días. Íbamos de pueblo en pueblo, durmiendo donde nos pillaba y comiendo donde podíamos. Llegando a Pórtugos, ya casi no teníamos provisiones. Decidimos hacer un extra y comer en algún sitio. Al llegar nos encontramos con dos señoras que estaban en la plaza, le preguntamos donde se podía comer y nos dijeron que allí  no había ningún bar, pero en esa calle vivía una mujer que algunas veces ponía comidas. Nos fuimos a ver a esa señora y nos dijo que ese día tenía potaje de lentejas y morcilla con tomate. Y allá que estuvimos comiendo con un guardia civil soltero que estaba de pensión, la señora de la casa y nosotros. En familia¡
            Después de cuatro días de caminatas por caminos y carreteras llegamos hasta Órgiva donde sí había donde comer y dormir. Los vecinos nos pusieron al día de los últimos cotilleos sobre la “ocupación” hippie que, aunque ya llevaban algunos años instalados en la zona, todavía generaban noticias y curiosidades. 


            Más de treinta años después hemos vuelto a Siete Lagunas. En esta ocasión Sierra Nevada es un Parque Nacional y el turismo rural es un fenómeno establecido y consolidado en toda la Alpujarra. En Trevélez, y en cada uno de los pueblos que forman esta comarca podemos encontrar todo tipo de alojamientos, restaurantes y comercios y el fenómeno hippie se ha consolidado de tal manera que forman parte de la comunidad de un modo natural. La mayoría de los que se establecieron huyendo de la sociedad de consumo han generado un valor añadido a estos pueblos, pues se ha creado una comunidad de artistas plásticos que orgullosos de la tierra donde han sido acogidos pregonan por todo el mundo sus excelencias y participan activamente en la vida cultural de la comarca.
Para subir a Siete Lagunas se hace mejor desde Capileira donde en los meses de verano hay un microbús que sube hasta el alto del  Chorrillo a 2.700 metros y desde ahí hasta las lagunas o al Mulhacen hay un paseo.

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Capileira, pueblo de la Alpujarra, donde todas las casas tienen tejados planos y grises salvo la iglesia que los tiene a dos aguas y rojo. Sus calles suben y bajan, bajan y suben hasta el infinito, sus fuentes llevan el sonido del agua hasta el último rincón  y sus calles se asoman al barranco de Poqueira  mostrando sus mejores galas.

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