El viaje de dos gotas de agua a ninguna parte


Hace unas semanas, nuestra compañía de seguros nos obsequió con un tratamiento a la luna delantera de nuestro coche, de manera que cuando lloviera no haría falta usar el limpiaparabrisas. El tratamiento en sí consiste en aplicarle un producto para  que el agua resbale y  así mejorar la visibilidad en los días de lluvia.
            El caso es que ahora, las gotas de lluvia, que normalmente por efecto de la gravedad se van deslizando de arriba abajo, tienen un comportamiento diferente. Me explico: la mayor parte de ellas chocan con la parte inferior del cristal y al impactar se fragmentan en diminutas gotas,  algunas de ellas emprenden un camino errante por toda la superficie del cristal y otras desaparecen pulverizadas por la velocidad del  vehículo.
Si nos fijamos en las gotas que se abren camino en medio de la luna del coche, veremos que en su ignorancia, sin saber hacia donde tienen que ir, desafían a la ley de la gravedad y en lugar de bajar, suben. Sí, suben diligentemente como si supieran a donde van. Infelices ellas, ¿cuando se darán cuenta de que esa trayectoria efímera que les ha dado un poco más de vida, no las lleva a ninguna parte?
Desde mi observatorio, dentro del coche, no alcanzo a ver el aspecto de decepción de las gotas al comprobar que su camino termina ahí mismo, pero lo puedo imaginar. Algunas se resisten y se vuelven hacia atrás, buscan otra vía, pensando que se han equivocado. Se encuentran con otras a las que advierten de que no es aconsejable seguir por allí, que el abismo está ahí mismo. Se unen para formar un frente común e invertir los designios del destino. Tratan de que otras se unan a ellas, pero no lo consiguen, ninguna las cree, por lo que vagan sin rumbo a todo lo largo y ancho del cristal.
Mientras tanto, la lluvia ha cesado, todo se ha secado y nuestras dos gotas de agua errantes corren peligro de evaporarse. Miran al cielo y ven que una nube negra viene a rescatarlas, aguantan como pueden hasta que empieza de nuevo a llover. En esta ocasión llueve con intensidad, por lo que irremediablemente el conductor tiene que poner el limpiaparabrisas para ver con claridad y, nuestras dos gotas de agua son lanzadas al aire con la fuerza de un huracán. Por fin se han liberado ¡
            

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