LAS BIBLIOTECAS PÚBLICAS EN LA ROMA IMPERIAL
Hasta hace muy poco pensaba que las
bibliotecas públicas eran una institución de la época moderna, pero en el libro “Los asesinos del emperador” de
Santiago Posteguillo, el autor lleva al protagonista a una biblioteca pública
para consultar algunos escritos y me abrió una nueva ventana por la que mirar la historia. El escritor aprovecha la ocasión para hablarnos del
sistema de bibliotecas de la época imperial romana. A través de este personaje hace una breve historia de estas instituciones desde la época republicana
hasta los emperadores de la dinastía Flavia.
Durante la era Republicana no
existían bibliotecas públicas, las que había eran privadas y estaban en manos
de los patricios más cultos o de escritores. Los generales romanos
conquistadores de reinos orientales, cuando volvían a Roma además de un
cuantioso botín en oro y esclavos también traían volúmenes y papiros procedentes
de las bibliotecas del mundo helenístico. El traslado de la biblioteca del
rey Perseo de Macedonia constituyó un hito
en la historia de la biblioteconomía latina. En estos libros además de
literatura había tratados de ciencia e ingeniería y además trajo consigo una
revolución en la manera de hacer copias de legajos y de difundirlos.
Era famosa la biblioteca de Escipión, iniciada
por el Africanus y ampliada por el Emiliano; la del senador Emilio Paulo
también fue una de las más importantes; Plauto, dramaturgo latino, recopiló bastantes obras de teatro griego que
él mismo traducía; Sila, llegó a tener escritos originales de Aristóteles y la
de Ático surtía de escritos a Cicerón.
Las primeras
bibliotecas públicas fueron creadas por Julio Cesar, quizás debido al sentimiento
de culpabilidad que tenía por haber contribuido, involuntariamente, al incendio
de la Biblioteca de Alejandría. Augusto
terminó la labor iniciada por Julio César, las abrió al público y creó un
cuerpo de guardia para vigilar posibles incendios, los cohortes vigiles. En ellas los ciudadanos romanos podían consultar
los escritos de filósofos, historiadores, escritores tanto latinos como griegos.
Además de consultar podían contratar a un escribano para hacer copias de los
escritos que más le interesaran. La
biblioteca levantada por Augusto en el campo de Marte era llamada Porticus Octaviae. Existía una
Biblioteca Palatina, que era la más grande, pero fue afectada por el incendio
de la ciudad en los tiempos de Nerón. El emperador Tiberio también levantó una serie de bibliotecas
públicas que también se vieron afectadas por el incendio.
Durante la República el griego era la lengua
culta en la que se escribía, todo romano culto debía saber expresarse en
griego, como ejemplo de la importancia de esta lengua en la antigüedad sirva
decir que la Biblioteca de Alejandría no admitía legajos que no estuvieran
escritos en esa lengua. En la época imperial el uso del latín como lengua
escrita se generalizó, uno de sus impulsores fue Marco Porcio Catón, Catón el
Viejo, al que se considera el padre de la lengua latina.
Además de bibliotecas en la Roma
Imperial había personas que mandaban copiar los legajos más demandados por los
romanos y los vendían, es decir ya existían las librerías, aunque no existían
los libros sino los legajos.
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