EL VALLE DELGENAL
El valle del Genal, como todas las comarcas serranas de Andalucía, es muy
rico en historias y leyendas. El río Genal hilo conductor de esta comarca
nace en un precioso rincón de Igualeja y
va serpenteando por la serranía dando vida a más de una docena de pueblos, que
se reparten en las laderas de la Serranía de Ronda y asoman sus casas blancas
entre el bosque verde de castaños. Igualeja, Parauta, Cartajima, Júzcar,
Alpandeire, Atajate, Benalauría, Genalguacil, Benarrabá, Algatocín y Benadalid
entre otros forman parte de esta comarca y cada uno de ellos tiene una
peculiaridad que los hace únicos.
Nuestra ruta transcurrió entre Parauta y Júzcar pasando por Cartajima.
Atravesamos los bosques que hay en estos
términos y sorprendimos a los castaños, plenos de frutos y a sus dueños en
plena recolección. La luz de la mañana se filtraba entre las hojas y daba la razón a los
impresionistas cuando decían algo así como que los paisajes son diferentes
según la luz que recibieran. Los propietarios, nos contaron que la cosecha este
año no parece buena a pesar del aspecto que tienen los árboles; que para
recolectar la castaña se sacude el árbol con una vara de castaño silvestre ,
que los erizos se recogen del suelo a
mano y se van desgranando. Los capazos de esparto todavía tienen aquí una
función, servir de recipiente para los frutos recogidos.
Algunos árboles tienen nombre propio como “El castaño de Arenas” con más
de trescientos años y todavía fuerte y robusto, dispuesto a aguantar muchos
años más.
. Entre Parauta y Cartajima, el tiempo
pasó volando, el frescor de la mañana y la recogida de castañas nos hizo
soportar bien las subidas y bajadas del camino. Nuestro paso por Cartajima no
pasó desapercibido para sus vecinos, que al escuchar nuestro murmullo y se
asomaron a la puerta. En este pueblo, una parte del grupo se fue en autobús
hasta Júzcar y otra, seguimos ladera arriba, ladera abajo hasta encontrarnos
con ellos.
Tanto en Parautas como en Cartajima
reinaba una tranquilidad muy apreciada, sobre todo, por los viven en la ciudad,
pero no igualmente valorada por los vecinos del lugar. Júzcar, hace unos años
se quiso desligar de ese remanso de paz que son estos pueblos y decidió
convertirse en “el pueblo de los pitufos”, para ello pintaron de azul sus casas
y las adornaron con los personajes de esta serie de dibujos animados y como
resultado de su salto a la fama, los fines de semana el pueblo se llena de
familias que llevan a sus hijos al pueblo de los pitufos. De poco le ha valido
su historia y sus parajes naturales, lo que realmente le ha hecho salir del
anonimato es vestirse de azul y apodarse “el pueblo de los pitufos” y tener un
montón de productos con este apellido.
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